martes, septiembre 21, 2004

De frustraciones y clases de tenis

Me enfrento a este lienzo moderno, también llamado pantalla de computador, con la esperanza de desahogar los sentimientos, que insoportables, me invaden la mente. Mientras escucho “Are You In” de Incubus, las ideas empiezan a fluir con ese mismo ritmo cadencioso, suave pero seguro, lleno de fusiones, sonidos y colores alternativos.

Acabo de llegar de clase de tenis. En general llego contento, pero en particular aburrido porque en la clase cuento con un compañero nuevo. No es que sea egoísta, sino que la misma razón por la que decidí tomar clases de tenis va en contravía de la existencia de un compañero; poco a poco iré aclarando esta idea. Lo primero que necesito explicar es ¿Por qué diablos me dio por tomar clases de tenis? Como todo en la vida, tiene muchas razones, pero siempre una principal. La razón principal es que quiero mantener a mi cuerpo y a mi mente lo más distraídos posible; si distraigo el cuerpo, entonces lo canso, por lo que podré aplacar el impulso más primitivo del hombre (hombre como en género, no como en ser humano). Si distraigo la mente entonces puedo olvidarme por un segundo de este vacío profundo, tan profundo como el amor que siento por ella.

Se que estoy dando muchas vueltas para explicar algo sencillo, pero qué serían de las historias sin los “condimentos” que las hacen más interesantes y de los adornos que las hacen atractivas.

La segunda razón por la que decidí tomar clases de tenis es por pura y simple vanidad (¿será que es un otro de los impulsos primario?) por tratar de disminuir mis ochenta y punta de kilos a setenta y punta de kilos, sentirme mejor, sentirme más liviano y, finalmente, tratar de ser un poquito más atractivo para ella ¿Qué mas puedo hace contra unos monos, altos, de ojos claros y para rematar, que hablan francés?

Me puedo imaginar que la persona que está leyendo estas líneas ya se ha dado cuenta que, hasta ahora, todas las razones convergen a un pronombre “ella”: el impulso primario, el alivio del vacío, mejorar mi autoestima, y lo siento, pero el resto de este discurso será sobre lo mismo.

Para continuar con la idea de por qué no me gusta que hayan incluido una persona en mi en la clase de tenis, como ya he explicado, todo gravita alrededor de ella: primero, no me distraigo lo suficiente, no me canso lo suficiente y no hago suficiente ejercicio, por lo que mis razones se convierten en deseos y mis deseos en frustraciones. Entonces, para seguir con este animo pesimista, mis clases se van a convertir en frustraciones, por el simple hecho, la minúscula coincidencia, el evento aislado que a una persona se le ocurrió la brillante, rutilante e innovadora idea de inscribirse en clases de tenis los días martes y viernes de 8:15 a 9:00 de la noche en el club de tenis más retirado del área metropolitana. Increíble, cómo a alguien más puede ocurrírsele inscribirse a esta hora y en este sitio, las razones para no hacerlo son diversas: (a) Los martes y jueves el cine es más barato (b) La hora es extrema (c) Cómo no va a salir los jueves, si los jueves son días de salir por la tarde y hasta temprano en la noche (d) el club de tenis es desconocido (e) el club de tenis queda en lo más remoto del área metropolitana. Cómo se le ocurre a alguien más inscribirse a clases de tenis en estos días y a este horarios, es increíble, inoportuno inapropiado, indelicado, infructuoso e infalible para convertir mis razones en frustraciones (¿notó el juego con in?).

Por hoy no es más, mañana trataré de desenredar el tema “Ella” y explicaré la ley de la gravitación universal de mi universo y el valor de la constante G dentro de la fórmula: “Ella”.