martes, noviembre 23, 2004

Descanso en el Retiro



El retio, Antioquia




Mi hermano y yo


Estas son un par de fotos tomadas en un fin de semana de descanso en El Retiro. La primera foto muestra parte de la finca en la que estábamos. El día estaba bastante lluvioso y frío, sin embargo, el paisaje tranquilo me ayudó a descansar y a prepararme para una nueva semana de trabajo. En la siguiente foto estamos mi hermano y yo. Como siempre, el haciendo caras raras que me hacen reír.

Ese mismo día, a eso de las 4 de la tarde, preparamos las maletas y empezamos a organizar el viaje hacia Medellín. Prendí el carro y como casi siempre que voy a tierra fría algo le pasó. Esta vez se le reventó la correa de la dirección hidráulica. La única alternativa para solucionar el problema era buscar un mecánico en el pueblo, un lunes festivo, a las 4:00 de la tarde y con un aguacero arreciando.

Después de mucho esfuerzo y de haberme empapado, encontramos al mecánico que nos arregló el carro. Llegamos a Medellín sanos y salvos, claro que el carro llegó directo al el taller.

Sustentación de mi proyecto de grado




Esta foto fue tomada durante la sustentación de mi proyecto de grado para optar por el título de ingeniero de sistema de la universidad EAFIT. El jurado del proyecto la premió con mención de honor (cum laude) por los méritos técnicos y la aplicación en al ambiente colombiano.

Lo más gracioso de la foto son las botellas de agua que se ven a la izquierda, creo que me tomé un litro de agua durante la presentación.

lunes, noviembre 22, 2004

De las evaluaciones de los analistas

El actual, es el segundo proceso de evaluación que la gerencia para la cual trabajo ha intentado llevar a cabo. Los resultados son bastante complejos, pues de un lado los analistas somos renuentes a que nos evalúen a través de exámenes teóricos y por otro los exámenes teóricos no son totalmente focalizados y requieren una gran dedicación de horas-experto para eliminar la ambigüedad y contextualizar las preguntas.

Explicaré el primer asunto en más detalle, es decir, renuencia a evaluaciones teóricas.

El trabajo de una analista es principalmente práctico. El analista está todos los días en el campo solucionando problemas, buscando los recursos adecuados para dar las mejores soluciones, aprendiendo mejores prácticas, y en general, hay que decirlo , a reaccionar ante los problemas que todos los días hay que solucionar.

La especialidad de los analistas es la práctica, es decir, las bases teóricas de la academia son deformadas, moldeadas y retorcidas para cumplir con los requisitos del negocio, para satisfacer de la mejor manera a nuestros clientes, ofreciendo una ventaja competitiva para la compañía y a veces, por qué no reconocerlo, enredando un poco más los problemas. Los analistas, son entonces, personas orientadas al logro, pragmáticos y recursivos, por la misma presión del negocio, evitan complejidades teóricas y aprenden y desaprenden tan rápido como pueden. Por esta razón no es del todo adecuado medir el conocimiento de una analista de estas características a través de exámenes teóricos, pues este tipo de exámenes puede premiar al sentido común sobre la experiencia y a la grabadora humana sobre el analista de problemas.

El segundo asunto tiene que ver con el inmenso reto de formular y orientar adecuadamente los exámenes teóricos. Es tan compleja la tarea que existen empresas especializas en la construcción y aplicación de este tipo de pruebas. Sin embargo, la gerencia tomó la decisión de formular sus propios exámenes de manera que fueran justo los adecuados para el perfil que la compañía requiere. Esta decisión puede ser un gran error o un gran acierto. Creo que puede ser un gran acierto si se comprometen suficientes recursos a la estructuración, formulación y aplicación de las pruebas por grupos de expertos externos y supervisores internos, de manera que se logre un equilibrio entre profundidad técnica y aplicabilidad al ambiente de la compañía, por supuesto, sin perder de vista la claridad, legibilidad y estructura de las preguntas que conformen las pruebas. Por otro lado, será un gran fracaso si los analistas perciben las pruebas como desenfocadas, ambiguas, ilegibles y desordenadas. Esta percepción será un factor que conlleve a la perdida de credibilidad de las pruebas como instrumento para medir las capacidades de los analistas.

El problema es patente, se requiere una decisión en los dos frentes para evitar el colapso interno del esquema: la sensibilización de los analistas y la reestructuración de la metodología de evaluación, ambas acciones encaminadas a mejorar la credibilidad, tanto a nivel ejecutivo, como a nivel operativo, de las pruebas.

Burbujas de vidrio

Ya llevaba algún tiempo sin escribir mi blog. Definitivamente hay que tenermucha disciplina para mantenerlo actualizado.

Hace cinco días fui a pedir la visa francesa a Bogotá. Viajé el 15 de noviembre (que era día festivo) porque la cita en la embajada era a las 7:45 AM. El vuelo Medellín-Bogotá supuestamente salía a las 5:40, sin embargo, como lo dijo la azafata, por cuestiones operativas solo despegamos hasta las 7:45 pm. Lo más gracioso de todo es que el vuelo dura 27 minutos, y tuve que esperar desde las 5:00 hasta las 7:45, es decir, dos horas y cuarenta y cinco minutos ¡Solo en el país del sagrado corazón!

Llegué a Bogotá a las 8:15 pm y tomé un taxi con destino al hotel. Me registré y fui a comer porque no aguantaba más el hambre. Tenía en mente comer algo ligero, pero me ofrecieron trucha, qué increíble coincidencia. Desde hace unos días estaba antojado de trucha y en este hotel me la ofrecen como cena, es como si hubiera tenido el nombre del pez pegado en mi frente.

Después de la comida subía mi habitación, solicité que me despertaran a las 5:50 AM y puse la alarma de mi celular. Después, revisé por décima vez las carpetas con los papeles, cuidadosamente ordenas, una de originales y otra de copias. Una vez me sentí tranquilo con los papeles, decidí meterme a la bañera, tomé un par de cigarrillos y me relajé por una media hora.

Ya eran las 10 de la noche y en la televisión colombiana pasaban el concurso nacional de la belleza. La verdad, me sacudía ver tanto lujo y pompa y saber que en la misma cuidad en donde se realizaba el concurso, habían cientos de personas aguantando hambre y frío debido a la ola de invierno que azotaba nuestro país. Pasé entonces el canal hasta encontrar alguna película.

No podía dormir, estaba ansioso, nervioso. Eran las 12:00 y todavía no cerraba los ojos. Me decidí a dormir, apagué el televisor, revisé nuevamente la alarma del celular, me cobijé y me quede finalmente dormido. A las 5:30 sonó un pitido al lado de mi cama, era el teléfono:

Aló - Contesté el teléfono.
Son las cinco, treinta, a, m - Dijo la máquina que despierta a los
huéspedes.

Me senté sobre la cama como si tuviera un resorte en mi espalda, puse los pies sobre la alfombra como si fueran de caucho, y me puse de pie, listo para ducharme. Busqué la toalla y de nuevo: pipipipi, pipipipi, pipipi.

Alo - Contesté el teléfono.
Señor Bustamante, son las 5:45 - Dijo el conserje.
Muchas gracias - Le respondí.

Finalmente, me metí a la ducha y me bañé, me vestí, y bajé rápidamente al restaurante para desayunar. Había buffet, con frutas y huevos revueltos. Yo me serví frutas y le pedí que me preparan huevos revueltos:

Tranquilo señor, se lo llevamos a su mesa - Dijo el mesero
Bueno, muchas gracias - Respondí.

Me fui tranquilo a mi mesa, me comí las frutas y algo de pan junto con un chocolate que me sirvió el mesero. Revisé las carpetas con los papeles por décimo primera vez, la de originales y la de copias; todo en orden.

Ya eran las 7:15 am y no me traían los huevos, decidí entonces irme, aunque con mucho pesar porque de verdad quería comer huevos. Tomé un taxi y en cinco minutos estaba en la embajada. El taxista me dejo sobre la avenida.

La embajada queda en un sector muy elegante de la cuidad, creo que se llama Chicó reservado, cerca al famoso parque de la 93. Lo extraño de la embajada, o no extraño porque aquí no es extraño, sino lo que la hace ver como una mosca en leche, es que está rodeada por una cerca metálica de unos cinco metros, coronada por alambre de púas sacado de las peores películas de le segunda guerra mundial. Todo el perímetro de la embajada es vigilado por cámaras de televisión, y cerca, siempre hay un policía.

Muy ingenuo yo, me dirijo a la puerta principal del bunker, una puerta de vidrio por la cual acaba de pasar una mujer, que asumo que es francés, pues es mona y alta. Cuando cruzo la primera puerta de vidrio, el guardia que a su vez está dentro de una burbuja de vidrio, me hace un no-no con el dedo y me señala hacia a atrás indicándome que las citas las atienden la un local contiguo a la embajada y por ahí derecho haciéndome sentir más idiota de lo que me hace sentir mi ingenuidad.

Me dirigía, entonces, al local continuo al bunker, eran las 7:30 de la mañana. En una portería había una persona de seguridad, un señor de unos 45 años típico cundiboyasense y un policía hablando por teléfono. Me acerco a la portería y le digo al policía con la poca dignidad que me quedaba que tenía una cita para una visa a las 7:45, a lo que me responde que el celador era quien daba los fichos a partir de las 7:45. En ese momento me enteré de dos cosas, que necesitaba un ficho y que seguramente no me atenderían a las 7:45 sino algo más tarde. Le dije, entonces, al celador, que tenía una cita a las 7:45 a lo que me respondió con un tono de Napoleoncito:

No empiezo a repartir los fichos sino hasta las 7:45, de una vuelta.
Yo le dije - No está bien, yo espero entonces hasta las 7:45.
Me respondió en tono aun más déspota - No puede esperar en la cerca, ni se puede sentar en las materas, tiene que dar una vuelta y volver a las 7:45.

Recogí lo que me quedaba de dignidad del piso, lo guardé en mi bolsillo izquierdo y di una vuelta al barrio. Llegué nuevamente donde Napoleoncito y después de cinco minutos, a eso de las 7:50, me dio el ficho número uno. Me indico que entrara al local. Entré al local, era un sitio grande y frió, paredes blancas, sillas de plástico tipo aeropuerto, todas en fila, y un televisor en la parte de adelante para calmar la ansiedad de los pacientes. Desafortunadamente, en el televisor no mostraban más que la nueva y flamante reina de belleza de Colombia.

Siguió entrando gente a la sala de espera, un par de señoras de unos 50 años, una familia compuesta por el señor, la señora, hijo e hija. El señor era el típico bogotano de modo, con chaqueta y pelo blanco. La señora no la recuerdo, lo que si recuerdo era su chaqueta con capucha, el hijo, un joven de mi edad, unos 24 o 25 años, la hija, como de unos 20 años. Además, entró el ejecutivo gritón por celular, durante los 20 o 30 minutos que estuve en esa sala, se dedicó a hablar por celular tan duro como pudo. Llegó más gente, unas 20 personas en total, pero la ansiedad y la televisión no me dejaban tiempo para verlas, hasta que por fin dijeron:

Número uno, pase a la embajada.
Yo pregunté entonces - ¿A donde paso
A la embajada - Me repitió el celador.

Tomé mis cosas, revise que no me faltara nada y me dirigí a la embajada. Pase por la puerta de vidrio, dejé mi celular, monedas y llaves para pasar por el detector de metales, pase por una segunda puerta de vidrio, tomé la derecha y pase por una tercera puerta de vidrio, después de la cual estaban los cónsules organizando papeles. La sala estaba vacía, yo era el único, además de los cónsules tras sus burbujas de vidrio.

Una de mujer dijo: - Numeguo uno, por la ventanilla dos.
Me levanté de mi sitio y pasé a donde la cónsul, me solicitó los originales, y el pasaporte. Los examinó y me preguntó:

¿Pagua donde va?
Voy para París - Le dije
A quién va a visitag - Me preguntó
A mi novia y a unos amigos - Le respondí tranquilo
¿Donde conoció a su novia? - Me preguntó
Le respondí – Aquí
Aliste ciento cartogce mil cuatgo cientos pesos - Me dijo

Finalmente, le di el dinero, me devolvió los papeles, el pasaporte, un recibo y la devuelta del dinero. Me dijo, pase a la siguiente cabina. Pasé a la siguiente cabina donde una colombiana me hizo nuevamente las preguntas, me solicitó los papeles y me dijo que el treinta de noviembre tendría que volver en caso de que me otorgaran la visa, de lo contrario, me llamarían. Le pregunté a donde me llamarían, entonces, me preguntó mi número de celular. Lo anotó en la solicitud de la visa y me selló el pasaporte, además le grapó un papel en donde se registra la fecha de la entrega de la documentación y el 30 de noviembre como fecha de regreso.

Finalmente, salí de la embajada y llamé a mi novia a contarle la historia, ella igual que yo, quedo asombrada de que no dieran respuesta inmediata a la solicitud, sino que la respuesta fuera alargar nuestra ansiedad 15 días más.